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En pleno Siglo XXI, cuando la ciencia ya se cansó de probar los beneficios de la lactancia materna en el desarrollo de los niños amamantados, hay quienes se atreven a condenar una práctica que está lejos de lucir desagradable ante los ojos de cualquier persona, y parecer más un acto de amor puro. Opinión.

Cuando una mujer se encuentra a punto de dar a luz, la mayoría de profesionales de la salud que la han visto a lo largo de su embarazo, le recomendarán que una vez nacido su bebé, lo empiece a lactar de manera exclusiva. Esto quiere decir que la madre dará únicamente leche materna a su bebé durante los seis primeros meses de vida (sí, hasta un sorbo de agua echaría a perder dicha práctica).

Hasta ahí parece fácil, pero resulta un reto, debido a que el bebé en sus primeros días de nacido, pedirá pecho con cierta frecuencia, de día o de noche, quizás a cualquier hora y en cualquier lugar. Como lo mencioné antes, el desafío consiste en mantener esa exclusividad durante seis meses con el fin de aprovechar al máximo los innumerables beneficios proporcionados por este alimento.

Entre los beneficios demostrados, se encuentra que es un alimento que provee al bebé de todos los nutrientes necesarios, en cantidades suficientes, para continuar con su desarrollo. Además, tiene efectos directos sobre la salud del recién nacido: lo protege contra algunas enfermedades que a esa edad suelen presentarse, como diarreas, neumonía y a largo plazo, reduce el riesgo de presentar sobrepeso u obesidad. Sumado a esto, fortalece los lazos entre la madre y el bebé.

Se ha demostrado que los niños alimentados únicamente con leche materna desde su nacimiento, hasta los seis meses de edad, tienen ventajas en cuanto a su salud, en comparación con aquellos que no lo fueron.

Dicho esto, no se entiende por qué algunas personas catalogan la lactancia en público como un acto obsceno, desagradable o cochino. No me cabe en la cabeza que alguien sea capaz de acercase a una madre a pedirle que deje de amamantar en público, que haga mala cara en el TransMilenio cuando, en la silla azul que tiene al frente, se sienta una madre que debe alimentar a su bebé.

Pero eso no es todo, hay personas que hacen público su “asco”, y de una forma sumamente inapropiada. Tal es el caso de Virginia Mayer, una columnista a quien leo por primera vez hoy (19 de abril de 2017) en su columna de opinión para Publimetro Colombia. Afirma en un texto carente de sentido, lo siguiente:

Muchas veces me he preguntado por qué me produce asco ver a una mujer que amamanta. Miro a mi alrededor y, cuando veo a una madre dándole de comer a su bebé, me siento incómoda. Siento asco. Y me pregunto, ¿por qué no puede buscar un espacio más íntimo para sacar la teta al aire? ¿Por qué no se cubre? ¿Por qué no hace el esfuerzo de darnos la espalda, a todos? Siento que me embuten una teta en el ojo y de inmediato miro hacia otro lado. No lo considero interesante, no me causa intriga, no me obsesiona, ni me quita el sueño. Es solo que me desagrada verlo.

Bueno, confieso que salté de la ropa de inmediato, tomé un respiro y recordé mi cortísima pero linda experiencia. Recordé que, semana tras semana, en mis prácticas de Nutrición Clínica en Pediatría, he logrado comprender ese proceso complejo que hay detrás de la lactancia materna. Y es que estamos hablando de una vida humana que está en crecimiento y necesita un aporte nutricional completo, de una madre que quiere lo mejor para su bebé, pero que en ocasiones se siente intimidada o aferrada al “qué dirán” y de personas que ignoran todo lo anterior y asumen una postura arcaica que les hace pensar que exponer un seno para alimentar a un bebé es un comportamiento antinatural.

Es por esto que para mí no hay derecho a usar las redes sociales y las columnas de diarios importantes y masivos para escribir “opiniones” porque sí. Porque para escribir con un tonito de superioridad, haciendo énfasis en palabras despectivas y pasando por encima del criterio médico – nutricional, basta con tener un computador en casa, nada interesante sobre qué escribir y ganas de blindarse con el derecho a la libertad de expresión.

Para finalizar, quiero recordar que no sólo quienes estamos vinculados a las ciencias de la salud debemos ser abanderados y defensores de la lactancia materna. Es deber de todos velar porque los derechos de los niños sean respetados, y qué mejor forma que conociendo las ventajas de un acto tan antiguo, pero tan vigente, que no deja de sorprendernos por sus infinitos beneficios.

 

Este artículo fue publicado inicialmente en la Revista Toma Lo Tuyo.

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